Entre los convulsos años que van de 1909 a 1943 transcurre la breve
vida y se gesta la tensa obra de Simone Weil. Años de conflicto
ideológico, sindical y político; años que son escenario y testigo de la
crisis de las democracias, del ascenso de los totalitarismos. Y de dos
guerras mundiales.
Ninguna biografía puede ser ajena a ese múltiple terremoto que asoló Europa en esos convulsos años; ninguna pudo ignorar la importancia de los acontecimientos que cambiaron los equilibrios en el mundo entero. Y menos Simone Weil, atenta siempre a cada situación y a cada movimiento, tanto de los cuerpos como de las almas.
Ella, que rechazó la vida de profesora de filosofía para probar los rigores de la fábrica, que vino a España durante la guerra civil, que pretendió, en vano, militar en la primera línea de la resistencia francesa en la época del dominio nazi, o que se solidarizó, limitando drásticamente su alimento, con sus compatriotas de la zona ocupada jugándose la vida; y perdiéndola.
Alta tensión, intelectual y moral destilan las páginas de Weil: las que el lector ha de encontrar en esta poderosa antología. En ella se recogen algunos de los textos más importantes de la pensadora y activista francesa. No se deje el lector engañar por el tamaño, frecuentemente breve, de los textos que componen el volumen. Ya que no hablamos, propiamente, de un libro. Hablamos de reflexiones, de preguntas, de intervenciones públicas y de comunicaciones privadas. Hablamos de la corriente, alterna y continua, de pensamiento; de una corriente que ni se arredra ni se detiene, de una corriente que no discurre por los canales acostumbrados.
Poco habituales son, en efecto, las consideraciones de Simone Weil al respecto de los diferentes movimientos y de las diferentes organizaciones de la izquierda política: si confiesa admiración por alguna de las iniciativas que surgen en su seno (por Rosa Luxemburgo, notoriamente), si manifiesta afinidad con otras, no se deja seducir por ninguna. E inmediatamente la prosa severa de Weil hace frente tanto a las teorías sociales, económicas y políticas como a las prácticas de los activistas. Incólume queda su compromiso, que obliga a la pensadora a la “participación moral” -como ella misma afirma a propósito de su alineamiento en la guerra civil española, gestando una expresión que vale como concepto que recorre toda su obra-: una participación moral que es, en muchos casos, también participación material y real; y siempre participación intelectual.
Poco habitual es, en segundo lugar, su búsqueda de los antecedentes y de las causas de los totalitarismos. Una “genealogía del totalitarismo” que hoy se puede leer como alternativa a las historias del fenómeno que después se han realizado. Sagaces, en ese sentido, son los textos que aquí se agrupan bajo el rótulo En torno a la Alemania nazi. Pero mucho más penetrantes aquéllos que establecen osados paralelismos entre Hitler y la política exterior de la antigua Roma. En esos fragmentos de pensamiento vivo se exponen protocolos de una metodología para descubrir en la historia continuidades y discontinuidades, o permanencia y cambios, como escribe Weil en otra de sus páginas.
Poco habitual es, finalmente, la visita de Simone Weil al pasado remoto del texto: a Homero. La consideración de la Ilíada como “poema de la fuerza” impone al lector una interpretación de la epopeya en la que desaparecen los lugares comunes. En esa interpretación, las colisiones de fuerzas, la mecánica del destino, la omnipresencia de la guerra, producen un primer plano, violento, sobre el que se escriben inusuales reflexiones al respecto de la equidad, de la justicia. No es la primera vez que, en la obra de Simone Weil, se cita a Homero. No es la última. Es, creo, el lugar y el momento en los que la pensadora francesa muestra del mejor modo cómo leer el antiguo texto con ojos informados por el dolorido y doloroso presente.
Tomado de: elcultural
Ninguna biografía puede ser ajena a ese múltiple terremoto que asoló Europa en esos convulsos años; ninguna pudo ignorar la importancia de los acontecimientos que cambiaron los equilibrios en el mundo entero. Y menos Simone Weil, atenta siempre a cada situación y a cada movimiento, tanto de los cuerpos como de las almas.
Ella, que rechazó la vida de profesora de filosofía para probar los rigores de la fábrica, que vino a España durante la guerra civil, que pretendió, en vano, militar en la primera línea de la resistencia francesa en la época del dominio nazi, o que se solidarizó, limitando drásticamente su alimento, con sus compatriotas de la zona ocupada jugándose la vida; y perdiéndola.
Alta tensión, intelectual y moral destilan las páginas de Weil: las que el lector ha de encontrar en esta poderosa antología. En ella se recogen algunos de los textos más importantes de la pensadora y activista francesa. No se deje el lector engañar por el tamaño, frecuentemente breve, de los textos que componen el volumen. Ya que no hablamos, propiamente, de un libro. Hablamos de reflexiones, de preguntas, de intervenciones públicas y de comunicaciones privadas. Hablamos de la corriente, alterna y continua, de pensamiento; de una corriente que ni se arredra ni se detiene, de una corriente que no discurre por los canales acostumbrados.
Poco habituales son, en efecto, las consideraciones de Simone Weil al respecto de los diferentes movimientos y de las diferentes organizaciones de la izquierda política: si confiesa admiración por alguna de las iniciativas que surgen en su seno (por Rosa Luxemburgo, notoriamente), si manifiesta afinidad con otras, no se deja seducir por ninguna. E inmediatamente la prosa severa de Weil hace frente tanto a las teorías sociales, económicas y políticas como a las prácticas de los activistas. Incólume queda su compromiso, que obliga a la pensadora a la “participación moral” -como ella misma afirma a propósito de su alineamiento en la guerra civil española, gestando una expresión que vale como concepto que recorre toda su obra-: una participación moral que es, en muchos casos, también participación material y real; y siempre participación intelectual.
Poco habitual es, en segundo lugar, su búsqueda de los antecedentes y de las causas de los totalitarismos. Una “genealogía del totalitarismo” que hoy se puede leer como alternativa a las historias del fenómeno que después se han realizado. Sagaces, en ese sentido, son los textos que aquí se agrupan bajo el rótulo En torno a la Alemania nazi. Pero mucho más penetrantes aquéllos que establecen osados paralelismos entre Hitler y la política exterior de la antigua Roma. En esos fragmentos de pensamiento vivo se exponen protocolos de una metodología para descubrir en la historia continuidades y discontinuidades, o permanencia y cambios, como escribe Weil en otra de sus páginas.
Poco habitual es, finalmente, la visita de Simone Weil al pasado remoto del texto: a Homero. La consideración de la Ilíada como “poema de la fuerza” impone al lector una interpretación de la epopeya en la que desaparecen los lugares comunes. En esa interpretación, las colisiones de fuerzas, la mecánica del destino, la omnipresencia de la guerra, producen un primer plano, violento, sobre el que se escriben inusuales reflexiones al respecto de la equidad, de la justicia. No es la primera vez que, en la obra de Simone Weil, se cita a Homero. No es la última. Es, creo, el lugar y el momento en los que la pensadora francesa muestra del mejor modo cómo leer el antiguo texto con ojos informados por el dolorido y doloroso presente.
Tomado de: elcultural
Acerca de ancilo59
Hola, Mí nombre es Andrés Cifuentes. Soy un andaluz que lleva desde 1967 viviendo en Madrid. Es una ciudad cosmopolita, centro de negocios, sede de la Administración pública, central del Gobierno del Estado y del Parlamento español. Ojalá quien habla de nuestra incultura se acuerde de Séneca, Columela, Maimónides, Averroes, Góngora, Bécquer, Alexandre, Lorca, Juan Ramón Jiménez, Machado, Falla, Zambrano, Picasso, Velázquez, Murillo, Alberti, Carlos Cano, Gala, Luis Rojas Marcos, Sabina…
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