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lunes, 7 de septiembre de 2020

Martín Villa, el franquismo que transitó a la democracia y nunca rindió cuentas

El exministro de Arias Navarro y Suárez ha sido interrogado por una jueza argentina por crímenes de lesa humanidad, en la única causa judicial que esquiva el blindaje en España para los crímenes cometidos en la dictadura y la Transición

CONMEMORACIÓN 18 DE JULIO: Barcelona, 18-7-1974.- Celebración de una misa y diversos actos en las Reales Atarazanas de Barcelona en conmemoración del 18 de Julio. En la imagen, el presidente de la Diputación de Barcelona, Juan Antonio Samaranch, junto al gobernador civil de Barcelona, Rodolfo Martín Villa. EFE 

Es uno de esos niños de la guerra que no tuvo que emigrar. Es uno de esos chavales que no vieron al partir al exilio por última vez la sierra de Aitana. Rodolfo Martín Villa nació en 1934 (Santa María del Páramo, León) y es un ejemplo del franquismo que transitó a la democracia: fue uno de los actores principales de la jerarquía política del momento y nunca rindió cuentas. Como tantos banqueros, ex ministros, jueces, empresarios, militares, policías torturadores, gobernadores civiles... Una élite política y económica de un régimen que moría, que se reinventó, siguió dominando los resortes de poder del país, y en cuya cúpula estaba el propio rey Juan Carlos. En el caso del ex ministro de Gobernación, no llegó a examinarse judicialmente de su papel al frente de la policía aún franquista durante la represión de huelgas y manifestaciones en la Transición. Pero sí lo ha hecho este jueves ante la Justicia argentina y por decisión propia. "La Transición fue lo contrario a un genocidio", ha declarado en su defensa el único de los acusados que ha comparecido –desde la embajada argentina en España– de la veintena que investigaba la jueza María Servini desde hace seis años.

Martín Villa se licenció como ingeniero en 1962, cuando los títulos universitarios eran un lujo al alcance de muy pocos. Y ya entonces era jefe del Sindicato de Estudiantes Universitario, el falangista SEU, inspirado por José Antonio Primo de Rivera a imagen y semejanza del modelo fascista italiano. Llegó a vicepresidente del Gobierno ya en democracia, procurador en Cortes –primero– y diputado en varias legislaturas –después– y, como suele corresponder con políticos de su linaje, ha presidido grandes empresas tras décadas en la política, como Endesa (1997-2002) y Sogecable (2004-2010), además de haber sido, entre una y otra, comisionado para la catástrofe del Prestige (2003), nombrado por José María Aznar.

Martín Villa medró en el régimen vistiendo la camisa azul, como muchos otros "jóvenes reformistas provenientes del franquismo" como se autodenomina, incluido su amigo Adolfo Suárez, quien era ministro del Movimiento (la Falange) antes de convertirse en presidente del Gobierno. De la misma quinta, de Castilla y León los dos. Falangistas ambos, protagonistas de una Transición a la democracia que reinstauró las libertades a cambio de blindar la monarquía y los crímenes del régimen en el que se criaron y al que sirvieron.

Martín Villa llegó a la jefatura del sindicato de estudiantes falangista al tiempo en que se celebraba en Múnich en 1962 el llamado "contubernio", que reunió a un amplio abanico de familias políticas opuestas al régimen, incluidas las monárquicas, que aspiraban a un cambio en España. Pero él no estaba ni por el cambio ni en Múnich, Martín Villa se acercaba al Gobierno de tecnócratas que acaba de nombrar Franco al tiempo que se convertía en procurador en Cortes (diputado) en 1964, con 30 años.

Gracias a ello, en 1966 fue nombrado director general en el Ministerio de Industria. Tres años antes, en 1963, había sido ejecutado el comunista Julián Grimau tras ser torturado en esa Dirección General de Seguridad en los sótanos de la puerta del Sol que Martín Villa nunca llegó a disolver: echó el cierre en mayo de 1979, un mes después de que dejara el ministerio del Interior.

En 1965, Agustín García Calvo, Enrique Tierno Galván y José Luis López Arangunen, entre otros profesores, habían sido separados de la universidad por su apoyo al movimiento estudiantil. Pero ni Martín Villa ni su SEU tenían nada que ver con ese movimiento estudiantil. Y, por eso, siguió medrando, y en 1969, un año después del asesinato por ETA de Melitón Manzanas, accedió a la secretaría general de la Organización Sindical Española, lo que le catapultó a ingresar en el Consejo del Reino jurando de rodillas ante Franco y un crucifijo con el uniforme falangista. El Consejo del Reino era un órgano consultivo del dictador quien, ese mismo año, nombró a Juan Carlos I como su sucesor en la jefatura del Estado.

En el palacio de El Pardo, bajo la presidencia del dictador, Francisco Franco, ceremonia del juramento de los nuevos miembros del Consejo del Reino. En la imagen, Rodolfo Martín Villa en el momento de la jura ante el presidente de este organismo, Alejandro Rodríguez de Valcárcel. A la izquierda, Monseñor Cantero Cuadrado. En segundo plano, los jefes de las Casas Civil y Militar del Jefe del Estado, conde de Casa Loja y Fernando Fuertes de Villavicencio. El Pardo (Madrid), 1 de diciembre de 1971.

Ya con 40 años, en 1974, fue nombrado gobernador civil y, siempre con la camisa azul y el brazo en alto, jefe provincial del Movimiento de Barcelona. En 1975, un año más tarde, entra en el Gobierno de Arias Navarro como ministro de Relaciones Sindicales: dos años antes había entrado en la cárcel la dirección de Comisiones Obreras, precisamente por realizar actividades sindicales, en el llamado proceso 1001.

ETA había matado a Carrero Blanco en 1973, y Franco y su régimen agonizaban. El 20 de noviembre de 1975 fallecía el dictador en la cama no sin antes haber firmado ejecuciones como las de Puig Antich (1974) y, al alba, las de dos miembros de ETA y tres del FRAP (1975). Franco moría matando y, mientras Portugal hacía su revolución de los claveles, Martín Villa se apuntaba al Gobierno Arias, el del franquismo sin Franco.

Pero ese franquismo sin Franco no encajaba ni en la sociedad española ni en el contexto internacional, que empujaban a un modelo de país diferente a los principios fundamentales del régimen que habían jurado el jefe del Estado, el rey Juan Carlos, y sus ministros. Juan Carlos destituye a Arias Navarro, que es relevado por Adolfo Suárez, quien forma un Gobierno de penenes –profesor no numerario– en el que no participan quienes se habían creído llamados a presidir el Gobierno –Manuel Fraga, por ejemplo– y en el que Martín Villa se convierte, ni más ni menos, que en ministro de Gobernación –posteriormente de Interior– del Ejecutivo que propició el harakiri de las Cortes franquistas con la ley de reforma política de noviembre de 1976, aquel paso "de la ley a la ley", de "la reforma y no la ruptura" que desembocó en las elecciones de junio de 1977 y la Constitución de diciembre de 1978.

Martín Villa se convierte en ministro de Gobernación en julio de 1976. Pero seis meses antes, se producía la masacre de Vitoria del 3 de marzo de 1976, uno de los casos en los que está siendo investigado Martín Villa por crímenes contra la humanidad durante la Transición española. La justicia argentina imputa la participación del exministro en Vitoria, en la que cinco obreros murieron por disparos de la Policía Armada en una iglesia previamente "gaseada". La represión contra los trabajadores dejó más de 100 personas heridas, la mayoría por armas de fuego. Martín Villa era ministro de Relaciones Sindicales, por lo que no era responsable directo de la policía, pero participó junto a Adolfo Suárez –ministro interino de Gobernación por viaje oficial de Manuel Fraga a Alemania– y Alfonso Osorio –ministro de la Presidencia– en la decisión de enviar refuerzos y en que un mando único dirija el operativo. "Nosotros nos reunimos cuando empezaron a llegar las primeras noticias de fallecidos, y lo que nosotros conseguimos", dice Martín Villa en su declaración, "fue que no se decretara el estado de sitio".

Pero no son los únicos casos por lo que la jueza María Servini pregunta a Martín Villa. También por el asesinato por parte de los llamados Guerrilleros de Cristo Rey de una mujer en Santurce –9 de julio de 1976–, en tanto que la denuncia recoge que el grupo ultraderechista estaba "protegido por la policía". Una policía a cuyo mando estaba el recién nombrado ministro de Gobernación Martín Villa y que detuvo en diciembre de ese año al secretario general del PCE, Santiago Carrillo, que había entrado a España con una célebre peluca. En abril de 1977 el PCE quedaría legalizado.

El ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, sonríe ante un comentario del ex dirigente comunista Santiago Carrillo, tras recuperar éste la supuesta peluca que llevaba cuando fue detenido en diciembre de 1976 (después de entrar clandestinamente en España) que le fue entregada por el entonces ministro de la Gobernación, Rodolfo Martín Villa. Carrillo dudaba de que esa peluca fuera la misma.

De 1976 también se investiga a Martín Villa por una muerte por disparos de la Guardia Civil, en septiembre en Hondarribia (Guipúzcoa). Y, ya en 1977, el asesinato por parte de un ultraderechista en Madrid de un manifestante proamnistía el 23 de enero de 1977, la víspera de la matanza de Atocha, perpetrada también por ultraderechistas.

También de 1977 son las muertes en Rentería de una persona que paseaba y le alcanzó un disparo de un guardia civil; otra muerte por disparo policial dos días después, el 14 de mayo, en Pamplona y, al día siguiente, la de un manifestante a manos de la policía en Bilbao, durante la semana proamnistía de mayo de 1977, un mes antes de las primeras elecciones de la reinstauración democrática y de que Martín Villa entregara la condecoración al mérito policial al torturador Antonio González Pacheco, Billy el Niño, quien desde entonces –13 de junio de 1977– se benefició de un incremento salarial del 15% “en atención a sus méritos” y “para premiar servicios de carácter extraordinario”.

Los Sanfermines del 78 viven uno de los episodios más violentos de represión policial durante la Transición Española. El detonante es el despliegue de una pancarta en favor de la amnistía total. Un estudiante recibe un tiro en la frente, y hay más de 150 heridos. Los incidentes se extienden por la ciudad, y de Pamplona, al resto de Navarra y Euskadi. Otro joven cae asesinado días después en Donostia.

Martín Villa, en estos casos, estaba a cargo de las fuerzas de Seguridad del Estado como ministro de Gobernación o del Interior. Servini busca conocer si los asesinatos están enmarcados en "hechos puntuales" o son delitos cometidos en España entre 1936 y 1977 "en el marco de un decidido plan de ataque sistemático y preconcebido para eliminar a todo oponente político". Los crímenes de lesa humanidad imputados al exministro son sancionables "con las penas de reclusión o prisión perpetua" según la legislación argentina.

El que fue ministro durante el franquismo y la Transición reconoce que se cometieron lo que califica como graves errores, y admite que hubo comportamientos policiales contrarios al respeto a los derechos de las personas y por tanto es legítimo reclamar una reparación justa. Sin embargo, no está de acuerdo en que este proceso judicial persiga ese fin. Y rechaza de plano la idea de que lo sucedido en Vitoria pueda enmarcarse en un contexto de genocidio y crímenes de lesa humanidad. Martín Villa se desmarca de los policías y guardias civiles cuyos disparos causaron las muertes de varias personas, y defiende que cuando se planteó si él podía ser responsable político de determinadas acciones policiales o merecía ser reprobado políticamente las Cámaras surgidas de las elecciones de 1977 lo rechazaron.

Ninguno de esos 12 homicidios por los que está siendo investigado Martín Villa por la justicia argentina ni condecorar a comisarios torturadores pasaban factura al ministro en aquellos años. Bien al contrario, cuando cayó Adolfo Suárez por las luchas fratricidas de la UCD, Martín Villa sale de nuevo catapultado hasta la vicepresidencia primera con Leopoldo Calvo Sotelo tras el 23F. Dos décadas después de llegar a la jefatura del sindicato universitario fascista alcanzaba la vicepresidencia del Gobierno de la España democrática tras el tránsito por los gobiernos postfranquistas preconstitucionales.

Martín Villa recibió en 2017 de manos del rey Felipe la medalla por participar en las primeras Cortes de la reinstauración democrática, en junio de 1977, las que alumbraron los pacto de La Moncloa, la Constitución de diciembre de 1978 y la ley de amnistía que vació las cárceles de represaliados y blindó los crímenes franquistas.

Martín Villa recibe la medalla de manos del rey en reconocimiento a las Cortes de 1977, en junio de 2017.

Una ley de amnistía que defiende Martín Villa en su declaración ante a jueza Servini y que rechaza que sea una ley de punto final. En el debate del 14 de octubre de 1977, se expresaba así en la tribuna del Congreso el aquel día portavoz del PCE Marcelino Camacho, quien había conocido las cárceles franquistas: "Como reparación de injusticias cometidas a lo largo de estos cuarenta años de dictadura, la amnistía es una política nacional y democrática, la única consecuente que puede cerrar ese pasado de guerras civiles y de cruzadas. Nosotros, precisamente, los comunistas, que tantas heridas tenemos, que tanto hemos sufrido, hemos enterrado nuestros muertos y nuestros rencores. Nosotros estamos resueltos a marchar hacia adelante en esa vía de la libertad, en esa vía de la paz y del progreso".

Sin embargo, en las 20 páginas que empleó Pablo de Greiff, relator especial de la ONU, para resumir su análisis sobre las medidas adoptadas por el Gobierno español frente a las graves violaciones a los derechos humanos cometidas durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, la conclusión principal es que España hace poco (y en ocasiones, mal) por la búsqueda de la verdad y la justicia sobre estos hechos, y por la reparación a las víctimas.

En la ley de Amnistía, precisamente, es donde se observan mayores déficits: se erige como el principal obstáculo en la búsqueda de justicia, ya que los casos se archivan "sin que los jueces siquiera conozcan los hechos". Pablo de Greiff entiende que la norma en sí misma no impide la apertura de causas, sino que son las "interpretaciones restrictivas" –tanto de esta ley como de los principios de no retroactividad o de seguridad jurídica, o de la aplicación de la norma más favorable o la prescripción de los delitos– las que dificultan la investigación de los delitos.

Con la implosión de UCD tras las elecciones de 1982 que encumbraron al PSOE de Felipe González con una mayoría absoluta nunca repetida se produce un relevo de las élites políticas, y Martín Villa pasa a un segundo plano político: transita por el PDP de Óscar Alzaga hasta ingresar en el PP en enero de 1989 y encadenar dos legislaturas y parte de una tercera como diputado, que abandonó para presidir Endesa en 1997, colocado por el recién elegido presidente del Gobierno, José María Aznar.

Allí permaneció hasta que en 2002 otro referente económico del PP de la época, Manuel Pizarro, le sustituyó y acomodó como presidente de la Fundación Endesa. Duró poco en ese retiro: en 2003 Aznar le encomendó el comisionado de la catástrofe del Prestige y, en 2004, accedió a la presidencia de Sogecable, donde permaneció hasta 2010.

Martín Villa es una figura paradigmática de la historia reciente de España: nacido en el bando de los vencedores de la Guerra Civil se mantiene fiel al régimen hasta que muere el dictador, levantando el brazo y vistiendo la camisa azul hasta la víspera de convertirse a la democracia, de la que sacó provecho político y económico. Como dicen quienes le están defendiendo estos días, es una "figura clave" de la Transición. Y es verdad, él estaba allí, en las reuniones, en las camarillas, en los círculos de poder lampedusianos que cambiaron para seguir mandando. Y, sobre todo, no rendir cuentas por nada de lo que pasó en cuatro décadas de dictadura.

Martín Villa es la imagen del franquismo que se hizo demócrata, y en ese hacerse demócrata propició el tránsito a la legalización de los partidos, los sindicatos, el fin del exilio y la reinstauración de una democracia constitucional que, 40 años después, aún tiene a miles de personas en las cunetas mientras verdugos y torturadores nunca fueron perseguidos y, en algunos casos, han disfrutado de impunidad hasta el final de sus días.

Tomado de: eldiario.es 

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Publicado: Por: ancilo59 - septiembre 07, 2020

La joven violada ante sus padres y otras decenas de nuevos crímenes franquistas que buscan justicia a través de Argentina

Un total de 388 casos de víctimas de desaparición forzada, deportados a Mauthausen, esclavos del franquismo o torturados por Billy el Niño, se suman a la querella argentina desde el Consulado en Barcelona
 
Expectación Jiménez, madre de la joven violada y asesinada, Juan Salas (izquierda) y Manuel Bernete.

Un grupo de hombres viola a una joven. Los padres están delante. Cuando se hartan, matan a tiros a la chica, Josefa. Después, a su madre, Expectación. Los cuerpos calientes caen a una fosa que los fascistas han obligado a abrir al padre, Manuel. Pasan más de 80 años para que el caso toque la puerta de la justicia a través de la denominada querella argentina.
Una denuncia colectiva presentada esta semana en el Consulado de la República Argentina en Barcelona acumula éste y otras decenas de delitos de diversa tipología: desde 132 desaparecidos forzados a ocho deportados en Mauthausen, 138 esclavos del franquismo o varios torturados por Billy el Niño.
"Un total de 388 víctimas", dice la promotora de la iniciativa, María José Bernete, que ha contado con el apoyo de Ana Messuti y Máximo Castex, abogados de la querella argentina, y de la Red Catalana y Balear de Apoyo a la Querella Argentina contra los Crímenes del Franquismo.

Todos los casos tienen un marco común: las poblaciones que conformaban la Colonia de Fuente Palmera (Córdoba) de 1936 a 1978. Y entran a formar parte del único proceso abierto en el mundo para investigar las graves violaciones de derechos humanos cometidas por los golpistas de Francisco Franco y que España sigue sin resolver. Una causa, la 4591/10, que tramita la jueza María Servini de Cubría desde el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº1 de Buenos Aires.
Activistas de Memoria Histórica tras la presentación de la querella en el Consulado de Argentina en Barcelona.

El asesinato de la familia Peña Jiménez

El macabro caso de la joven violada y asesinada por falangistas ante sus padres ocurre el 12 de septiembre de 1936 en el cementerio de Fuente Palmera. Ahí siguen los huesos, en una fosa común, como testigos de la pedagogía del terror ejecutada por los franquistas. Una violencia que adopta especial saña contra las mujeres.

El asesinato de Expectación Jiménez Fernández, Manuel Peña Guisado y su hija Josefa Peña Jiménez es una de las "muchas historias tristes y aterradoras" que suma esta denuncia colectiva. Uno de los 132 episodios de muerte violenta que atestigua la querella.

"Violaron primero a la joven delante de sus progenitores para luego matarla ante sus ojos, matar también a la madre y lanzarlas a la fosa que previamente había cavado el padre, quien no murió de los disparos y fue rematado con la pala con la que había abierto el agujero que los engulliría a los tres", relata María José Bernete en la documentación entregada en el consulado argentino en Barcelona.

"Podría haber sido peor; uno de sus hijos más pequeños los iba siguiendo y a los falangistas les debió parecer demasiado matar a un niño de tan corta edad y lo mandaron a casa", explica la querellante.
Sucedió en Andalucía, la región más castigada por el terror franquista con al menos 45.566 asesinados y 708 fosas comunes. España suma 114.226 víctimas ejecutadas por los golpistas, según la causa que abrió en la Audiencia Nacional el juez Baltasar Garzón. Más de 740 fosas han sido excavadas y recuperados unos 9.000 esqueletos desde el año 2000.

Pero décadas de retraso en memoria histórica condenan a la mayor parte de las familias a no recuperar jamás a sus muertos. Apenas una cuarta parte de las víctimas podrían ser recuperadas de las fosas. Quizás un máximo de 7.000 llegarían a ser identificadas con nombres y apellidos, según un informe del Ministerio de Justicia al que ha tenido acceso eldiario.es.

Víctimas del nazismo, esclavos de Franco

La querellante, María José Bernete, ha vivido con "emoción" los últimos días. Da el paso, dice, porque "olvidar sería otra victoria del fascismo". Y porque siente "vergüenza de tener que vivir en este reino de impunidad que tan bien atado dejó el dictador genocida".
María José Bernete, querellante, junto a Felipe Moreno, torturado por Billy el Niño.
La querella presentada en el Consulado del país austral en Barcelona "se envía esta semana a Argentina, a la Cancillería de Exteriores, que a su vez la remitirá al juzgado donde será registrada", refiere. Porque las víctimas esperan encontrar "reparación" a través de la Justicia Universal. Como una manera, alega, "de que sus historias prevalezcan".

"La verdad es que prácticamente casi podemos encontrar todos los tipos de crímenes considerados de lesa humanidad", asegura la denunciante. Como los deportados muertos en el campo de concentración nazi de Mauthausen. De Fuente Palmera "fueron ocho, una cifra muy alta para un pueblo tan pequeño".
Hace una década, María José Bernete empezó "a investigar los casos de colonos" que pasaron por los centros de reclusión diseñados por la Alemania de Adolf Hitler. Como el caso de Juan Salas Sánchez, trabajador del campo y vecino de una de las aldeas de la Colonia, Fuente Carreteros.

La derrota de la democracia española obliga al jornalero a cruzar la frontera. En Francia vive un primer internamiento y un periplo como prisionero de los nazis que arranca con su "trasladado al Stalag o prisión XII-D de Trier, Alemania". De ahí a Mauthausen el 25 de enero de 1941, luego Gusen. Y al final Hartheim "donde es asesinado el 18 de diciembre del 41 a la edad de 26 años".

Salas fue soldado republicano. Como el único expatriado que tuvo descendencia, Manuel Cobos Herruzo, "muerto a los 34 años en Gusen", el mayor subcampo dependiente de Mauthausen. "Su primo murió en Hartheim y su hermano en el exilio solo y enfermo". Su familia busca "esa reparación por el dolor que sufrieron".

Córdoba es "la tercera provincia con mayor número de víctimas del nazismo", subraya Bernete. "Aparecen también en esta denuncia la mano de obra esclavizada por la Alemania nazi en la Organización Todt, los antifascistas que pasaron por los campos de concentración franceses, los exiliados, las mujeres vejadas y las asociaciones y particulares cuyos bienes fueron ordenados incautar", enumera.

Como "Margarita Guisado, hija de Francisca Adame Hens, cuyo padre y hermano, ambos esclavos del franquismo en el Canal de los Presos", una obra faraónica que sigue dando riego a parte del bajo Guadalquivir. Hasta "138 personas destinadas a Batallones Disciplinarios de Trabajadores o de Soldados Trabajadores" contabiliza el texto entregado para forma parte de la Querella Argentina.

"Torturado salvajemente" por Billy el Niño

José Balmón Castell fue detenido en 1976 y trasladado a la Dirección General de Seguridad, "donde fue torturado salvajemente por Billy el Niño durante 10 días. Antonio González Pacheco le fracturó la mandíbula, le rompió varias costillas y le causó graves hematomas por todo el cuerpo", denuncian.
Detención de estudiantes tras un encierro en la Complutense, en 1975. | EFE/VOLKHART MÜLLER
El número y tipología de víctimas presentado en la querella suma "41 personas detenidas en una caída del Partido Comunista en el año 1960, que se estaba organizando entre los trabajadores del campo". Algunos presos políticos, detalla, "estuvieron meses y hasta años en prisión".

Y la propia querellante acumula hasta 11 casos en su familia. "Mi abuelo Manuel Bernete Jiménez fue esclavo del franquismo construyendo el pueblo nuevo de Belchite", cuenta. El campo de trabajo forzoso depende de la Dirección General de Regiones Devastadas.

"Tras acabar la guerra mi abuelo junto a su familia vuelve a Fuente Palmera, donde es detenido y encarcelado", explica María José Bernete. El régimen de Franco le condena en Consejo de Guerra a "12 años y un día" que cumple en la prisión de Córdoba y en San Juan de Mozarrifar, Zaragoza, "donde vio morir de hambre a sus compañeros".

La acusación fue "pertenecer a la UGT y ser presidente del Comité de Defensa de la República en la aldea de Silillos". Y, también, "ser tío del Capitán Chimeno", como se conocía al militar anarquista Juan José Bernete Aguayo. Una venganza que sufrirían otros miembros de la familia.

Como Rosario Bernete. "Le raparon su bonito pelo rubio dejándole parte del cabello en forma de cruz, la pasearon por las calles y la sentaron en una silla en medio de la plaza del pueblo obligándole a ingerir varios tazones de aceite de ricino migados con pan entre insultos, mientras perdía el control de sus esfínteres". La que había sido novia del Capitán Chimeno, Concepción Quero Dublino, corrió la misma suerte: "vejada y humillada".

Y su hermano Antonio Bernete Aguayo fue esclavo del nazismo en la Organización Todt y "pasó por varios campos de concentración franceses". Otro hermano, Francisco, "formó parte de la Resistencia, fue teniente de las Fuerzas Francesas del Interior y de la Agrupación de Guerrilleros Españoles en Toulouse". Él se quedó en el exilio hasta la muerte del dictador.

Fuente del texto: eldiario.es

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Publicado: Por: ancilo59 - septiembre 07, 2020

domingo, 5 de julio de 2020

Sinibald de Mas, el catalán que fue a descubrir China


Marsella, 1834. Sinibald de Mas y Sans embarcaba en dirección a Constantinopla (actual Estambul) y, de esta manera, iniciaba un viaje que, con idas y venidas, se prolongaría por espacio de treinta y cuatro años. Durante estas tres décadas largas conoció y describió con una precisión extraordinaria las entrañas políticas y económicas de Oriente Próximo, de la India, de China y de Filipinas. Sinibald de Mas, el Marco Polo catalán, sería el primer embajador español en China y sería un agente secreto al servicio del emperador chino en Europa. Una carrera que, tras su apariencia romántica, oculta muchos misterios.
Mapa británico de China (1843). Fuente Cartoteca de Catalunya

¿Quién era Sinibald de Mas? 

Sinibald de Mas había nacido en Barcelona el año 1809 —durante la dominación napoleónica de Catalunya— en una familia de larga tradición viajera. Su abuelo paterno, también Sinibald de Mas, había sido un piloto de navegación con una intensa y curiosa relación con los corsarios ingleses y turcos. Y había sido, también, el fundador y primer director de la Escuela Náutica de la Llotja (1769). El joven Sinibald creció influido por esta tradición y seducido por la publicación de los viajes de Domènec Badia (Alí Bei, el espía catalán de Napoleón en el Oriente Próximo). Y sabemos que tenía una gran capacidad intelectual: en el transcurso de su vida llegaría a hablar, con más o menos habilidad, una veintena de idiomas.

¿Qué llevó a Sinibald de Mas a China?

Sinibald de Mas era un producto de aquellas élites mercantiles barcelonesas situadas en el umbral de la Revolución Industrial: formadas en las escuelas de la Llotja, emprendedoras, y con una amplísima perspectiva del mundo. El joven Sinibald, en sus horas de retiro, imaginó nuevas rutas comerciales en dirección al misterioso Extremo Oriente. En aquel momento los portugueses estaban tímidamente establecidos en el enclave de Macao, pero las colonizaciones británica de la India y francesa de Indochina, y la apertura del mercado chino ni siquiera tenían la categoría de proyecto. El sueño del joven Sinibald de Mas se anticiparía a las empresas colonizadoras europeas en Asia.
Mapa de la India (1835). Fuente Cartoteca de Catalunya

"Págatelo de tu bolsillo" 

Sinibald de Mas había trazado un gran proyecto. Pero se equivocó de patrocinador. Sabemos que el año 1834, a través de Fèlix Torres i Amat (el único obispo liberal de España), consiguió que el gobierno del también liberal Francisco Martínez de la Rosa, lo acreditara como representante diplomático español en misión especial. "Pero te lo pagas tú", le debieron decir, porque también consta que en el transcurso de aquel primer viaje a la India (1838) tuvo que pedir caridad para subsistir. ¿Alguien se imagina al comodoro Matthew C. Perry (el norteamericano que, en 1854, forzó la apertura comercial de Japón) mendigando en las Hawai para llegar a Tokio?

¿Cómo era la China que conoció Sinibald de Mas?

Aquella China de 1843 no tenía ninguna semejanza con la actual. Era una sociedad anclada en un pasado medieval típicamente oriental. Y la imagen que proyectaba al mundo era la de un gigante viejo y con achaques que contemplaba a los occidentales como un anciano contemplaría la enfermedad y la muerte. Sinibald de Mas llegó a Pekín un año después del fin de la Primera Guerra del Opio (1839-1842), un episodio bélico que justificaba la percepción que los chinos tenían de los occidentales. La explosión de aquel conflicto había sido provocada —naturalmente, a propósito— por los británicos, que habían introducido ilegalmente grandes cantidades de opio en China, con el objetivo de conducir aquella crisis hacia una guerra.

Primer embajador español en China

No obstante, Sinibald de Mas se convertía en el primer embajador español y el tercer europeo en China. En aquel momento, sólo la Gran Bretaña y Francia, las dos superpotencias de la época, tenían representación diplomática en Pekín. Pero este detalle es muy engañoso: le aceptaron las credenciales no tanto por el hecho de ser españolas —que parece que les importaba un comino—, sino por la admiración que su polifacética figura despertó entre las élites funcionariales de la Ciudad Prohibida. Tanto es así que Sinibald y el emperador Daoguang trabaron una estrecha amistad que explicaría el giro radical que experimentó, posteriormente, su vida.
Retratos del emperador Daoguang, Sinibald de Mas y el emperador Xiafeng. Fuente Wikimedia Commons

¿Por qué aquella misión no tuvo éxito?

En aquel contexto, la España de 1843, situada en la segunda división de las potencias europeas, no podía jugar ni el papel de aliado ni el de amenaza. En los últimos treinta años había perdido, prácticamente, todo su imperio colonial. La reina regente María Cristina de Borbón había sido expulsada y exiliada cuando se filtró que dirigía una corrupta red de tráfico ilegal de esclavos. Y el estado español estaba endeudado hasta el cuello con los bancos privados ingleses, hasta el punto de que la política económica de Madrid —la del nuevo regente Espartero— se dictaba en los despachos de la City. Estas serían las causas que explicarían el fracaso de la misión diplomática y comercial de Sinibald de Mas.

La aventura de Filipinas

Aquella aventura no acabó aquí. El fracaso en Pekín llevó a Sinibald de Mas a las Filipinas, entonces —todavía— colonia española. Y en este punto es donde se produciría, definitivamente, el divorcio entre Mas y España. De entrada, y sorprendentemente, las autoridades coloniales españolas no le reconocieron su categoría de enviado especial del gobierno y lo obligaron a malvivir por las calles de Manila. Y de salida, Sinibald de Mas redactaría un informe demoledor que aconsejaba vivamente la independencia de la colonia y la creación de estructuras neocoloniales que aseguraran en España el control del aparato económico filipino. Resultado: Mas fue fulminantemente despedido (1851).
Mapa de las Filipinas (1850). Fuente Cartoteca de Catalunya

Mas y Prim

Todavía se puede decir que tuvo suerte. Porque, diecinueve años más tarde (1870), el general Prim —entonces presidente del Gobierno— fue asesinado cuando "las ratas de Palacio" filtraron que negociaba secretamente con el gobierno norteamericano la venta de Cuba, a cambio de saldar el déficit español. Cuba y Filipinas se perderían veintiocho años más tarde, y la aventura patriotera española costaría diez veces el déficit público. Este detalle —el del general Prim y la negociación de Cuba— es muy interesante para ilustrar la ideología del poder español de la época —el de la claridad y el de la sombra. Y para explicar el monumental escándalo que provocó el informe de Mas.
Retratos de Martínez de la Rosa, Bravo Murillo y Prim / Fuente: Wikimedia Commons

Sinibald de Mas, agente chino en Europa Pero todavía hay otro detalle más interesante. Cuando el emperador Xiangfeng (hijo y sucesor de Daoguang) se enteró de que el gobierno del liberal Juan Bravo Murillo había despedido a Mas, lo fichó. Sí, tal como suena. Le ofreció un salario estratosférico para convertirse en agente chino en Europa. Más concretamente, en Lisboa. Y le encargó la misión de negociar con el rey Luis I de Portugal la devolución de Macao. Desgraciadamente, no pudo completar la misión. Una misteriosa y sospechosa enfermedad que lo conduciría a la muerte (1868, dos años antes del asesinato de Prim) lo sorprendió en Madrid.
Plano de Pekín (1790) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

La pieza suelta

En toda esta historia hay una pieza que queda suelta. Poco después del nacimiento de Mas, Catalunya fue incorporada al Imperio francés (1812). Y después de la definitiva derrota de Napoleón (1815), las potencias ganadoras redibujaron el mapa de Europa. En aquella mesa se planteó la posibilidad de crear un estado-tapón con el objetivo de frenar futuras aventuras francesas: Catalunya, la Suiza de los Pirineos. Entonces es cuando se plantea una cuestión que quedará —para siempre— sin respuesta: ¿qué habría pasado si hubiera prosperado este proyecto y Sinibald de Mas hubiera llegado a la Ciudad Prohibida con las credenciales diplomáticas de una República catalana independiente?

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Publicado: Por: ancilo59 - julio 05, 2020

La historia oscura de los Borbones (II)


Madrid, 9 de julio de 1746. Fernando VI —el único hijo que sobrevivió a Felipe V y a María Luisa Gabriela—, era coronado después del inacabable reinado de su padre (1700-1746) y del paréntesis de su hermano mayor Luis (1724). Fernando VI —si se excluye Luis— es, muy probablemente, el monarca más desconocido de la dinastía borbónica hispánica. Pero, en cambio, su reinado (1746-1759) quedaría marcado por una brutal tragedia: "la Gran Redada" (1749), la detención, deportación, y concentración de "todos los gitanos del reyno". Un operativo oportunamente maquillado por la maquinaria borbónica con los perjuicios raciales más abominables: estigmas atávicos del gitano desarraigado, delincuente y hereje, responsable del estado de inseguridad que ensuciaba la España pretendidamente ordenada —a sangre y fuego, naturalmente— de los Borbones.

"La Gran Redada"

Efectivamente, aquel operativo respondía a la ambición de resucitar el dominio de los mares que el imperio hispánico había perdido durante el siglo anterior. Pero las decrépitas arcas de la corona no se podían permitir el sueño húmedo de Fernando VI. Y en aquel momento el hijo de Felipe V, con la inestimable colaboración del obispo Gaspar Vázquez Tablada (presidente del Consejo de Castilla, el equivalente al gobierno de España), y de Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada y ministro de la Guerra, ideó un plan para convertir la comunidad gitana hispánica en mano de obra esclava destinada a los grandes astilleros militares de los dominios borbónicos peninsulares. Con el propósito finalista de exterminar a la población romaní. Las fuentes relatan que, tan sólo la deportación, fue una tragedia únicamente comparable a la expulsión de los judíos (1492) o a la de los moriscos (1609).

Los campos de concentración de Fernando VI

Este horrible episodio ha sido deliberadamente ocultado por la historiografía española. La investigación de este fenómeno es prácticamente inexistente. Y, no hace falta decirlo, igual que la difusión y el conocimiento general, incluso, entre la comunidad gitana actual. Sin embargo, a pesar de todo, sabemos que Fernando VI diseñó un operativo que habría entusiasmado a Heinrich Himmler y a Ernst Baader, los principales ideólogos del Endlösung der Judenfrage (la Solución Final al problema judío, 1941). El 30 de julio de 1749, al anochecer, el ejército español bloqueaba discretamente las entradas y salidas de los barrios gitanos de todas las grandes ciudades de los dominios borbónicos. Y a media noche, de forma sincronizada, entraba por sorpresa y de forma violenta, y se entregaban al desahucio, detención y deportación de la población romaní. Resultado: 50.000 personas desplazadas.
Orden de detención, deportación y encarcelamiento de los gitanos, firmada por Fernando VI / Fuente: Wikipedia

¿Fernando VI, el novio de la muerte?

Aquel plan no tuvo el éxito que Fernando VI esperaba. La inanición, las enfermedades, los maltratos y los asesinatos disminuyeron considerablemente aquel colectivo esclavizado. Hasta el extremo que, finalmente, abandonó su proyecto con una desidia sólo inversamente comparable al entusiasmo que había manifestado al inicio del operativo. Resultado: 12.000 muertos. Fernando VI, desengañado, se entregó a la actividad de la caza y de la música (aficiones que, de ser coetáneos, habría podido compartir con Adolf Hitler). Incluso, el final de Fernando VI admite cierta comparación con el del Führer nazi. Se recluyó y murió en su bunker particular (en el castillo de Villaviciosa de Odón); no sin revelar su auténtico perfil. Su hermanastro Luis (hijo de la segunda esposa de Felipe V) escribiría qué “juega a fingir que está muerto o, envuelto en una sábana, a que es un fantasma, y tiene unos impulsos muy grandes de morder a todo el mundo”.

El interregno de la Farnese

Muerto Fernando VI, la madrastra Farnese tuvo su minuto de gloria. Si bien es cierto que Fernando VI no había tenido descendencia —ni masculina, ni femenina— (como, curiosamente, le había pasado también a Hitler), y que había sido el último superviviente de la pareja formada por Felipe V y su primera esposa; la investigación historiográfica revela, de nuevo, la existencia de un testamento de sospechosa autoría que conducía a Carlos III (primogénito de Felipe V y la Farnese) al trono de Madrid. En aquellos momentos (1759), Carlos III era rey de Nápoles y de Sicilia (impuesto por las armas hispánicas en 1735), y el sospechoso y misterioso testamento de Fernando VI resultó un regalo envenenado. Como había pasado con el testamento del último Habsburgo a favor del primer Borbón, el minuto de gloria —la avaricia irrefrenable— de la Farnese estuvo a punto de precipitar una segunda guerra de Sucesión.
Fernando VI, Felipe V e Isabel Farnese (1743), obra de Michel Van Loo. Fuente Wikimedia Commons

Carlos III y Fernando I

Carlos III lo solucionó por la vía rápida. Abandonó Nápoles como quien lleva un cohete en el culo, y cedió el trono de las Dos Sicilias a su segundo hijo, que sería coronado como Fernando I. Al heredero —más adelante Carlos IV de España— se lo llevó a Madrid. Este personaje, Fernando I, merece un capítulo aparte. Gobernó las Dos Sicilias por espacio de sesenta y seis años (1759-1825), tiempo durante el cual convirtió la corte de Nápoles en algo similar al Café de la Cooperativa de Corleone. Nunca en la historia, la Mafia napolitana, la Cosa Nostra siciliana, y la N'Draghetta calabresa habían estado tan cerca del poder político. Fernando I, en un sospechoso intento de acercar el poder y las clases populares, remodeló totalmente el consejo de ministros: sustituyó a la vieja aristocracia napolitana por los capodifamiglia del crimen organizado.
Abdicación de Carlos III (1759), obra de Antonio Joli. Carlos III entrega la corona de Naápoles a Fernando I / Fuente: Museo del Prado

"Il carcirieri di Nàpoli"

Finalmente se revelaría que el invento de Fernando I sólo tenía el propósito de beneficiar a la corona. La prueba es que la contestación popular a la permanente crisis y empobrecimiento del país alcanzó un punto que ni los trabucos de la mafia podían parar. En aquel momento Fernando I se convirtió en "Il carcirieri di Napoli" (el carcelero de Nápoles): el promotor del aparato penitenciario más siniestro de la península italiana. Una de sus "joyas", que actualmente todavía está en pie, sería la prisión de Santo Stéfano, construida sobre un islote desértico a 60 millas de Nápoles. Este penal tendría una larga y siniestra historia que lo sobreviviría: fue la prisión de máxima seguridad del régimen fascista de Mussolini (1922-1945). Precisamente tres internos de Santo Stefano (Spinelli, Rossi y Colorni, 1941) serían los redactores del Manifesto de Vertotene (el claustro materno de la Unión Europea).
Fernando VI y el marqués de la Ensenada / Fuente: Wikipedia

"El mejor alcalde de Madrid"

Cuando Carles III, denominado popularmente "el mejor alcalde de Madrid" puso los pies en la Villa y Corte y le explicaron la idea que tenía su hermanastro de los gitanos, ordenó pasar página "discretamente para no mancillar el buen nombre de mi hermano el rey Fernando”. El sentido de la justicia y la voluntad de la reparación, por el hueco del retrete. Ahora bien, si hay una cosa que dibuja con claridad meridiana la ideología del "rey ilustrado" Carlos III es que sería el campeón de la persecución y genocidio de la lengua catalana. No tan sólo sería el primero a dictar leyes contra la enseñanza básica en catalán (1768), sino que también impondría la obligación de redactar los libros de contabilidad en castellano. Probablemente, en su ridícula mente ilustrada, debió imaginar que los catalanes escribían las cifras de una forma maliciosamente subversiva, sediciosa y golpista.

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Publicado: Por: ancilo59 - julio 05, 2020

La historia oscura de los Borbones (1)

La familia de Felipe V / Fuente: Wikimedia Commons 

París, 15 de noviembre de 1700. Luis XIV de Francia coronaba a Felipe V como rey de las Españas. Sí, tal como suena. Con un golpe de fuerza hacían efectivo el dudoso testamento de Carlos II, el último Habsburgo hispánico, y se proclamaban reyes de medio mundo. Un curioso mapa de la época, cartografiado en la corte de Versalles, revela la auténtica ambición de Luis XIV: crear una especie de Commonwealth borbónica (rollo comida familiar de Navidad), con la presencia de todas las figuras del belén. El caganer y el cuñado incluidos. Los Borbones se expandieron por media Europa. En París, en Nápoles y en Parma fueron destronados durante el siglo XIX. Pero en cambio, en Madrid se perpetuarían en el trono y se convertirían en reliquias de una cultura intemporal que ha traspasado la barrera de los siglos.
L'union de la France te del Espagne sueldos un même degré (1700), obra de Nolin /Fuente Cartoteca de Catalunya

La remota divisa borbónica: "París bien vale una misa"

Pera entender como los Borbones alcanzan el poder, tenemos que conocer la vida y milagros de Enrique, el primer Borbón que pone las nalgas en el trono de París (1589). Entonces, Francia estaba gobernada por la caduca estirpe Valois; pero usurpar el trono requería una inversión formidable. En una serie de guerras de saqueo, mal llamadas de religión (1562-1598), todos los lobos de Francia se lanzaron a una sanguinaria carrera. Y los Borbones se entregaron con un entusiasmo delirante: amasaron una gran fortuna robando, saqueando y asesinando a miles de personas; y Enrique, líder del partido protestante y señor del bolsillo más lleno de França- fue coronado con una frase que tiene la categoría de divisa: "Paris bien vaute una messe" ("Me importa una mierda lo que digan de mí").

El sospechoso testamento

Ciento once años más tarde, Luis XIV utilizaba de la divisa de su antepasado, y daba carta de legitimidad a un testamento que, muy probablemente, era más falso que un duro sevillano. Según las fuentes historiográficas, Carlos II -el último Habsburgo hispánico- firmó el testamento a favor de Felipe de Borbón, proclamó "me duele todo" y expiró. Una curiosa y sospechosa secuencia de hechos -más próxima a un chiste desvergonzado que a un asunto de estado- que las cancillerías europeas no se tragaron, y que provocaría el estallido de la Guerra de Sucesión hispánica (1701-1715). Efectivamente, Carlos II era un auténtico despojo humano (sobre todo en los últimos años de su vida), y era imposible creer que el trazo firme de la firma era obra de aquel cadáver viviente.

Felipe V

Felipe V llegó a sus nuevos dominios acompañado por una sórdida sombra de falsificación que lo perseguiría siempre. Y eso explicaría el odio enfermizo que, sobre todo durante el conflicto sucesorio, proyectó contra catalanes, valencianos y mallorquines. Sin embargo, en cambio, sus excesos en la corte han pasado -naturalmente, de forma deliberada- más desapercibidos. No obstante, nadie niega que la casa de Felipe V fue un auténtico manicomio. Y lo que era peor: los escándalos lo habían convertido en el perplejo hazmerreír de todas las cancillerías de Europa. En las postrimerías de la Guerra de Sucesión, por ejemplo, mientras se decidida -al más alto nivel- concluir anticipadamente el conflicto, la reina proclamó que "lanzaría a sus hijos por el balcón de palacio, antes que perdonar a los catalanes".
Coronación de Felipe V / Fuente: Musée de Versailles

María Gabriela

Gabriela de Saboya, la primera esposa de Felipe V y la que amenazaba lanzar a los hijos por el balcón, no desmereció nunca al rey. Tenían una relación obsesiva -una brutal adicción al sexo- que traspasaba todos los límites. Cuando menos, decía muy poco de su cultura higienista. En ocasiones Felipe se vestía con la ropa sucia de Gabriela, y en otros "andaba desnudo ante extraños; se pasaba días enteros en la cama en medio de la mayor suciedad, hacía muecas y se mordía a sí mismo, cantaba y gritaba desaforadamente, y alguna vez pegó a la reina". Cuando Gabriela enfermó (oficialmente de tuberculosis) y se le llenó el cuerpo de ganglios supurantes, Felipe se siguió acostando con ella como un poseso. Y después del luctuoso desenlace, consta que mantuvo relaciones sexuales con el cadáver de la reina.

Luís, el heredero deseado

Luís, primogénito de Felipe y Gabriela, heredó las adicciones y las perversiones de los padres; y mucho antes de ser coronado ya se había convertido en un personaje habitual de los ambientes más sórdidos de Madrid. Desde los trece años de edad, era el mejor cliente de los peores prostíbulos. Las fiestas desenfrenadas de sexo y alcohol, precedidas de las carrerillas entre la guardia real y el heredero (en una siniestra réplica del juego del gato y el ratón), se convertirían en una escena habitual; que no eran tan sólo el chismorreo popular de la Villa y Corte, sino también el chiste recurrente en las cancillerías europeas. En aquel tragicómico escenario la abdicación forzada de Felipe (1724) en favor de Lluís sólo evidenciaba que las pintas que llevaba el rey eran más calamitosas que el currículum que presentaba el hijo.
Felipe V y Gabriela de Saboya. Fuente Wikimedia Commons

Luis y Lluisa

Luis I murió prematuramente a los 17 años (1724), siete meses después de ser coronado. Oficialmente murió de viruela; y, extraoficialmente, de una infección por unas venéreas. Pero, durante aquellos pocos meses, no desentonó en absoluto con la cultura disoluta y estrambótica que habían importado los Borbones. A alguien lo describió como “Fogoso como su madre, lascivo como su padre, caliente como su madrastra y masturbador como su pederasta”. Durante su efímera etapa de gobierno, conservó sus costumbres de juventud. Pero la revelación definitiva sería su esposa. Su prima Lluisa de Orleans -nieta, también, de Luis XIV- protagonizó monumentales escándalos que dejaban a Felipe V -el suegro- como un niño de pañales.
Lluís I y Lluïsa de Orleans. Fuente Wikimedia Commons

Luisa, la borracha

Efectivamente, de tal palo tal astilla. María Luisa, Borbón de los pies a la cabeza, se reveló como un compendio de virtudes: borracha hasta la extenuación, blasfema sin traba, de soberbia detestable, y adúltera compulsiva. La prematura muerte de Lluís -su marido y protector- precipitó su ruina; y Felipe V -reveladoramente sin recambios posibles en la familia y otra vez en el trono- e Isabel Farnese -la segunda esposa de Borbón-, la facturaron a París con portes pagados. Luisa tuvo una corta estancia en Madrid, pero tan intensa que su huella quedaría marcada por los siglos de los siglos en las cortinas de palacio. En cambio, los restos de los excrementos, aseguran que los limpiaron.

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Publicado: Por: ancilo59 - julio 05, 2020

martes, 30 de junio de 2020

Cómo una epidemia en Haití ayudó a Estados Unidos a convertirse en una potencia

La revuelta de los esclavos haitianos puso en marcha cambios que terminaron afectando la geopolítica mundial 

 Fue una epidemia cuyos efectos cambiaron la geopolítica mundial por muchos siglos.
A finales de 1801, Napoleón Bonaparte envió a Haití una de las mayores flotillas desplegadas hasta entonces por la Armada de Francia y sus fuerzas terminaron sucumbiendo ante un mosquito.
Decenas de miles de soldados franceses murieron víctimas de la mayor epidemia de fiebre amarilla registrada en el Caribe en 300 años.
Así naufragaron los planes de Bonaparte para las Indias Occidentales, en los cuales Haití era una pieza central.
Su fracaso creó las condiciones propicias para la consolidación de una pujante pero aún joven nación: Estados Unidos, cuyo ascenso transformaría el tablero internacional en los siglos por venir.
Pero ¿de dónde surgía tanto interés de Bonaparte por Haití?

Un imperio de azúcar y café

Tras haberse establecido a inicios del siglo XVII de forma informal en la parte occidental de La Española -como se conocía entonces al territorio que hoy ocupan República Dominicana y Haití-, Francia logró que la corona española le cediera formalmente un tercio de la isla en 1697 con la firma del Tratado de Rijswijk.
Más de 700 barcos recalaban en Saint Domingue cada año para exportar sus productos, sobre todo, azúcar y café.
Bautizada entonces como Saint Domingue, pronto se convirtió en la más próspera posesión de Francia en todo el Nuevo Mundo gracias a su producción de azúcar y café, de los que era el principal exportador a Europa, y, en menor medida, de cacao y añil.
A inicios de la década de 1780, más de 700 barcos recalaban cada año a cargar productos de esta colonia que por entonces representaba dos tercios de las inversiones francesas en el extranjero.
Toda esa prosperidad, sin embargo, se erigía sobre la base del uso masivo y brutal de la mano de obra de esclavos africanos.
Estos estaban atrapados en un círculo vicioso pues los hacendados dedicaban a su manutención la menor cantidad posible de recursos, persuadidos de que no merecía la pena gastar más debido a su alta tasa de mortalidad.
Como consecuencia de ello, la mitad de los esclavos morían durante su primer año en Haití debido a las duras condiciones de vida.
Esto hacía necesario "importar" cada año decenas de miles de humanos, lo que -a su vez- convertía la trata de esclavos en un suculento negocio.
Socialmente, Saint Domingue era una bomba de tiempo con múltiples clases que se odiaban y se temían mutuamente. Como describió el historiador francés Paul Fregosi:
"Blancos, mulatos y negros se aborrecían entre sí.
"Los blancos pobres no toleraban a los blancos ricos; los blancos ricos despreciaban a los blancos pobres; los blancos de clase media estaban celosos de los blancos aristócratas; los blancos nacidos en Francia menospreciaban a los blancos locales.
"Los mulatos envidiaban a los blancos, repudiaban a los negros y eran despreciados por los blancos.
"Los negros libres vejaban a los que aún eran esclavos; los negros nacidos en Haití consideraban como salvajes a aquellos traídos de África.
"Todo el mundo -con mucha razón- vivía con terror de los demás…Haití era un infierno, pero Haití era rico".
En 1791, paradójicamente inspirados en la Revolución Francesa y en su Declaración de los Derechos del Hombre, los esclavos de Saint Domingue iniciaron una revuelta que 13 años más tarde culminaría en la declaración de independencia, la primera de un país de América Latina.
Muchos hacendados murieron en manos de sus esclavos y numerosas plantaciones fueron quemadas.
Muchos hacendados blancos fueron asesinados y muchas plantaciones quemadas durante la revuelta de esclavos de 1791.
El alzamiento derivó en una guerra civil entre castas, en la que interesadamente también se inmiscuyeron otras grandes potencias coloniales como España e Inglaterra, que apoyaron a uno u otro grupo según sus conveniencias.
La presión de la revuelta fue logrando extraer concesiones de las autoridades francesas que -haciendo de la necesidad virtud- comenzaron a ofrecer la libertad a los esclavos que se sumaran a sus filas.
Para 1794, Francia abolió la esclavitud en todas sus colonias en el Caribe.
A inicios de la década siguiente, François-Dominique Toussaint Louverture, un exesclavo devenido en jefe militar que formalmente juraba lealtad a Francia, se hizo con el control de Saint Domingue y en 1801 se hizo nombrar "gobernador general vitalicio".
Sus movimientos no pasarían inadvertidos en París.

Una invasión, un engaño

Decidido recuperar el control efectivo sobre la antigua colonia y restaurar su "grandeur", en el otoño de 1801, Bonaparte envió una flotilla conformada por 26 fragatas, 35 navíos de línea, 22.000 soldados y unos 20.000 marinos, según datos recogidos por el historiador estadounidense J.R. McNeill.
Con tropas mejor entrenadas y apertrechadas, Leclerc no tuvo dificultades para conquistar terreno en Saint Domingue.
A finales de enero de 1802, esta fuerza inicial llegó a su destino, desembarcando en tres puertos distintos.
En los meses siguientes recibirían más refuerzos, aunque no hay consenso entre los expertos sobre la magnitud de los mismos. Se estima que la fuerza total enviada a Saint Domingue osciló entre los 60.000 y los 85.000 hombres.
Al frente de esta expedición iba el general Victor Emmanuel Charles Leclerc, esposo de Pauline, la hermana menor y favorita de Napoleón.
El jefe militar había recibido instrucciones secretas sobre su misión.
"Napoleón planeaba que Leclerc, por medio de engaños o por la fuerza, restaurara la economía de plantación, restituyera Saint Domingue a Francia y pusiera fin a la independencia de facto impuesta por Toussaint", escribe McNeill en su libro "Mosquito Empires: Ecology and War in the Greater Caribbean, 1620-1914".
Sus designios también incluían la reinstauración de la esclavitud pero solamente cuando se hubiera desarmado a los negros y deportado a sus líderes a Francia, por lo que había que mantener la discreción sobre estos planes.
Bonaparte también instruyó a Leclerc para que actuara con astucia ante Touissant: primero debía mostrarle respeto para que bajara su guardia y, entonces, capturarlo.
Para 1801, el líder haitiano Toussaint Loverture se había hecho con el control de Saint Domingue.
Con unas tropas experimentadas y bien apertrechadas frente a las mal equipadas milicias locales, no fue difícil para Leclerc ir ganando cada vez más terreno hasta que en mayo de 1802 acordó un armisticio con el líder haitiano, quien accedió a retirarse a una de sus muchas haciendas en el campo.
Un mes más tarde, sin embargo, Toussaint cometió la imprudencia de acudir a una cita con Leclerc, quien lo arrestó para luego deportarlo a Francia, donde murió en un calabozo menos de un año más tarde.

Un enemigo pequeño y mortal

Algunos historiadores consideran que la captura se precipitó luego de que las fuerzas coloniales descubrieran que el líder haitiano, en realidad, estaba intentando ganar tiempo a la espera de que los franceses se retiraran derrotados por un enemigo tenaz: la fiebre amarilla.
El pequeño Aedes aegypti puso fin a los planes de Bonaparte en el Nuevo Mundo.
"Toussaint tenía conocimiento médico y conciencia de cuándo y dónde las fiebres golpearían a sus enemigos europeos. Aparentemente él sabía que maniobrando para llevar a los blancos hacia los puertos y las tierras bajas durante la temporada de lluvias, estos morirían en masa", señalan los historiadores médicos John S. Marr y John T. Cathey.
Esta estrategia parece insinuarse en una carta que el general haitiano le escribió a Jean-Jacques Dessalines, quien le sucedería como líder y se convertiría en el primer mandatario del Haití postcolonial.
En su texto, Toussaint le da instrucciones a Dessalines para que incendie un puerto donde los franceses tenían una guarnición y le indica: "No olvides que mientras esperamos a la temporada de lluvia, que nos librará de nuestros enemigos, solamente tenemos la destrucción y el fuego como nuestras armas".
Sus cálculos estaban bien orientados, una vez iniciada la temporada de lluvias en 1802, las tropas francesas empezaron a caer bajo los ataques del pequeño pero implacable mosquito Aedes aegypti.
Leclerc da cuenta de que cuán difícil era esa batalla en una carta que por entonces envió al ministro de Defensa francés, Denis Descres:
"Un hombre no puede trabajar duro acá sin arriesgar su vida y es imposible para mí quedarme acá más de seis meses… ¡Mi salud es tan precaria que me consideraría afortunado si logro durar ese tiempo! La mortalidad sigue y el miedo causa estragos… usted verá que el ejército que calcula en 26.000 hombres está reducido en este momento a 12.000… en este momento tengo 3.600 hombres en el hospital", escribió.
"En las noches recientes he perdido entre 30 y 50 hombres al día en la colonia, y no pasa un día sin que entre 200 y 250 hombres entren en el hospital, de los cuales no más de 50 salen", agregó.
El general Leclerc, cuñado de Bonaparte, tenía instrucciones de reinstaurar la esclavitud en Haití.
Las condiciones en las que vivían las tropas francesas en fuertes atestados o en barcos en los puertos ofrecían un ambiente propicio para la reproducción y los ataques del mosquito.
Las fuerzas recién llegadas del extranjero no poseían, además, una cierta inmunidad a la enfermedad como la que podían haber desarrollado quienes llevaban tiempo residiendo en la isla.
Como consecuencia, las tropas de Leclerc se vieron diezmadas por la fiebre amarilla.
Según estimaciones de McNeill, entre 80% y 85% de los soldados franceses enviados a Haití perdieron la vida, la mayor parte de ellos debido a la enfermedad y solo unos pocos en combate.
"Según todos los estándares, el número de fallecidos y la tasa de mortalidad (en este caso) son difíciles de entender a menos que uno tome en cuenta la convergencia de factores ambientales y ecológicos ideales para un desastre epidemiológico", resumieron John S. Marr y John T. Cathey.
Una de esas víctimas fue el propio Leclerc, quien falleció en noviembre de 1802. Un año más tarde, las fuerzas francesas terminarían por retirarse de la isla, abandonando formalmente su intento de reconquista.
A su derrota contribuyeron algunos errores estratégicos como la captura de Toussaint, la decisión de Napoleón de reinstaurar la esclavitud en la isla de Guadalupe y las despiadadas acciones del sucesor de Leclerc, general Donatien Rochambeau, que llevaron a Francia a encontrar una resistencia cada vez mayor entre los negros y mulatos.
Ninguno de estos elementos, sin embargo, tuvo un efecto tan demoledor como la fiebre amarilla.

El nacimiento de una potencia

El intento de Napoleón de retomar el control de Saint Domingue fue seguido con interés por el resto de potencias pero causaba gran inquietud, especialmente, en un país recién independizado y aún en formación: Estados Unidos.
Thomas Jefferson preveía que la ocupación francesa de Luisiana llevaría a conflictos con Estados Unidos.
A finales de 1800, España cedió a Francia a través de un acuerdo secreto la colonia de Luisiana.
Ese territorio abarcaba los actuales estados de Arkansas, Iowa, Misuri, Kansas, Oklahoma y Nebraska, así como partes de Minesota, Nuevo México, Dakota del Sur, Texas, Wyoming, Montana y Colorado; además del propio estado de Luisiana y de porciones de las provincias canadienses de Alberta y Saskatchewan.
Pero al gobierno de Thomas Jefferson no le preocupaba tanto la extensión del territorio sino su ubicación: controlaban el río Misisipi y el puerto de Nueva Orleans, por donde transitaban tres octavos de los productos que exportaba Estados Unidos.
Otro motivo de intranquilidad era el hecho de que el nuevo propietario fuera una potencia en pleno auge, como la Francia de Napoleón.
"Esto cambia completamente todas las relaciones políticas de Estados Unidos y generará una nueva época en el acontecer político", escribió el mandatario estadounidense en abril de 1802, poco después de haber recibido confirmación sobre la cesión de Luisiana.
"España habría podido retenerla tranquilamente durante años… no puede esperarse que esto ocurra nunca en las manos de Francia. La impetuosidad de su temperamento, la energía y lo inagotable de su carácter, la ponen en un punto de fricción eterna con nosotros…resulta imposible que Francia y Estados Unidos puedan seguir siendo amigos cuando se hallan en una situación tan irritante", dijo el presidente estadounidense, según relata en su biografía el historiador Jon Meacham.
Intentando solucionar la crisis antes de que esta se presentara, Jefferson despachó a inicios de 1803 a James Monroe como su enviado especial a París para negociar la compra de Nueva Orleans con Napoleón.
James Monroe fue enviado a Francia a negociar la compra de Nueva Orleáns y adquirió toda la colonia de Luisiana.
El objetivo se consiguió pero con una sorpresa añadida: a la propuesta de compra de Nueva Orleans, Francia añadió la oferta de entregar toda la colonia de Luisiana.
Pero, ¿por qué tomó esta decisión?
"Para Francia mantener y defender tierras tan lejos de Europa se estaba haciendo cada vez más costoso y problemático. La derrota a manos de las fuerzas de los esclavos en Saint Domingue era especialmente irritante para Napoleón, quien creía que tenía que destinar sus recursos a campañas más próximas a casa", explica Meacham.
Así fue como el 30 de abril de 1803 se firmó el acuerdo mediante el cual Estados Unidos compraba Luisiana, con lo que ponía fin a cualquier preocupación sobre las ambiciones territoriales de Francia en su entorno más próximo y lograba duplicar su territorio a un precio de oferta: US$15 millones de la época, equivalentes a unos US$340 millones de 2020.
Historiadores como Bob Corbett colocan a Saint Domingue en el centro de la estrategia de Francia para el Nuevo Mundo, en la cual Luisiana estaba destinada a servir como proveedor de alimentos para el sustento de los esclavos en Haití.
"Sin la isla, el sistema tenía manos, pies e incluso cabeza pero no cuerpo. ¿De qué servía Luisiana cuando Francia había perdido la principal colonia que Luisiana debía alimentar y fortalecer?", se preguntaba el historiador Henry Adams.
Otros investigadores creen -sobre la base de algunos indicios- que Bonaparte, en realidad, tenía planes para hacerse con el control de Luisiana y desde allí conquistar Estados Unidos o, al menos, establecerse como una gran fuerza en ese territorio, que habría quedado dividido entre estadounidenses, franceses y españoles.
Aún si alguno de esos escenarios hubiera fuera el correcto, la derrota en Saint Domingue parece haber puesto fin a esas ambiciones.
La compra de Luisiana abrió las puertas para la futura expansión estadounidense hacia el oeste, incluyendo la guerra con México tras la cual Estados Unidos se anexó Texas formalmente y compró California y el resto de los territorios al norte del Río Bravo.
La compra de Luisiana permitió a EE.UU. duplicar su territorio y abrió las puertas para su expansión hacia el oeste.
Esta consolidación territorial no solamente ayudó a convertirle en el cuarto país con mayor territorio del mundo sino que además limitó a dos el número de países con los que compartía frontera terrestre y dejó a los océanos Atlántico y Pacífico como barreras naturales que le protegían de agresiones.
Todos estos elementos han sido fundamentales para evitar que el territorio continental de Estados Unidos sea atacado por enemigos externos y ha evitado que sus infraestructuras (y en gran medida su economía) se vean afectadas por conflictos bélicos.
Y todos estos cambios fueron posibles por la epidemia de fiebre amarilla que azotó a las tropas francesas en Haití.
Queda claro por qué el investigador Erwin Ackerknecht llegó a decir que probablemente esa haya sido "la epidemia más importante de la historia".
Publicado: Por: ancilo59 - junio 30, 2020