Cuando, el 25 de abril de 1945, las tropas estadounidenses enlazaron con los soldados del Ejército Rojo en las cercanías de Torgau, a orillas del Elba, la confraternización fue amistosa y festiva. Los unos se habían abierto paso desde las playas de Normandía y los otros habían culminado el empujón final de la dura campaña que comenzara en junio de 1941 con la invasión alemana de la URSS.
Durante el conflicto, los recelos mutuos nunca llegaron a desaparecer, sobre todo en cuestiones como la apertura del segundo frente, solicitada por Stalin ya en 1942 y que, sin embargo, Churchill y Roosevelt retrasaron hasta 1944; o como las acciones a tomar tras la derrota de Alemania, que Gran Bretaña, Canadá y EE UU acordaron en Quebec en 1943, sin participación de la URSS.
Tanto en Teherán como en Yalta o en Potsdam, se acordaron las cuestiones de la división de Alemania, la creación de la ONU y el compromiso mediante el cual la reconstrucción de Europa se haría convocando elecciones libres sin participación de partidos fascistas. No hubo, pese a lo tantas veces afirmado, reparto de zonas de influencia. No tardaron, sin embargo, en encontrarse motivos para la desconfianza.
Antes de la derrota final de Hitler, se había reclamado a Stalin que participara en la guerra contra Japón, acordándose la fecha para mediados de agosto de 1945, pero cuando Truman supo que ya disponía del arma atómica precipitó el final, temeroso de las conquistas territoriales que los soviéticos pudieran conseguir. Japón capituló tan pronto como los soviéticos rompieron las hostilidades.
La URSS se mantuvo al margen en asuntos como la guerra civil griega, que estalló en 1944 (tras la retirada alemana) cuando Churchill decidió que gobernaran los monárquicos griegos, quienes muchas veces habían colaborado con los nazis. Tras la masacre de Atenas, en la que los británicos abrieron fuego contra los manifestantes izquierdistas, la insurrección se extendió.
El premier británico se vio incapaz de aplastar al ELAS (Ejército Popular de Liberación Nacional), columna vertebral de la resistencia frente a los alemanes, y a pesar de la campaña de terror desatada hubo de solicitar ayuda a EE UU, que proveyó de material militar a los monárquicos.
Stalin, a pesar de alentar a los comunistas, ni intervino ni proporcionó apoyo, y menos aún tras la ruptura ideológica con la Yugoslavia de Tito
Los guerrilleros, que cometieron serios errores tácticos, terminaron siendo derrotados en 1949
Acerca de ancilo59
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