Isabel Zendal Gómez participó en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna y es considerada por la OMS como la primera mujer enfermera de la historia en misiones internacionales
Isabel Zendal se encargó del cuidado de los niños que trasportaron la cura contra la viruela por medio mundo
En 1803 la embarcación “María Pita” partió del puerto de La Coruña con 21 niños y varios médicos y enfermeros, rumbo a un viaje que cambiaría el mundo para siempre. La conocida como “Real Expedición Filantrópica de la Vacuna” pretendía llevar el antídoto contra el virus de la viruela a diferentes rincones de América y Asia y entre sus protagonistas destacó la única mujer de la expedición, la enfermera Isabel Zendal, cuyo papel fue clave para el éxito de la misión, pero cuya figura no ha recibido el reconocimiento que se merece.
Al hablar de la también denominada “Expedición Balmis”, siempre se nombra a dos médicos como los grandes protagonistas; Francisco Javier de Balmis y José Salvany y Lleopart, dejando de lado a los demás componentes de la cruzada y sobre todo obviando la gran labor de Zendal. Por eso es importante rescatar el papel que desempeñó en esta gesta y así hacer que su proeza no quede en el olvido, como ya le pasó a otras mujeres que fueron borradas de la historia por el simple hecho de ser mujer.
LA VIRUELA
La viruela fue una enfermedad contagiosa que llegó a convertirse en una epidemia en países como África y Asia y que era tan grave que en algunos casos podía provocar incluso la muerte. Se pasaba de una persona a otra a través del contacto directo con las supuraciones de las heridas que salían en la piel o por el traspaso de saliva y era causada por el virus Variola. Los primeros síntomas eran fiebre, malestar, y dolor de cabeza y cuerpo, para después manifestarse a través de erupciones que salían primero en la boca y luego en la piel.
Y decimos que los síntomas eran, porque fue erradicada en el año 1980, siendo la primera enfermedad que se pudo combatir a escala mundial. Pero hay que viajar muchos años atrás para descubrir quiénes fueron los verdaderos protagonistas que hicieron posible la eliminación definitiva del virus.
Fue exactamente un 14 de mayo de 1796, cuándo el británico Edward Jenner hizo la primera inoculación contra la viruela, es decir, introdujo el virus de esta enfermedad a un niño de ocho años totalmente sano, comprobando que la única reacción que tuvo fue un desarrollo leve de la enfermedad. A los pocos meses volvió a introducir en el cuerpo del pequeño otra dosis del virus y la reacción fue nula. Así pudo probar su principio de evidencia empírica de que “un individuo que hubiera pasado la enfermedad ya no la podría volver a contraer”.
Siete años después, en 1803, el médico Francisco Javier Balmis impulsó “La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna” también conocida como la “Exepedición Balmis”, para intentar hacer llegar a todos los rincones sobre los que reinaba el “imperio español” el antídoto contra el virus de la viruela.
Se consideró una de las primeras expediciones sanitarias internacionales y en ella también participó otro médico, José Salvany y Lleopart, dos ayudantes cirujanos, dos practicantes y cuatro enfermeros entre los que se encontraba la única mujer de la expedición, Isabel Zendal, y por supuesto, los 21 niños que sirvieron de medio de transporte para la vacuna (en un principio eran 22 pero días antes de zarpar falleció uno de ellos y no pudieron remplazarlo).
Grabado de Francisco Pérez mostrando la partida del navío María Pita desde el puerto de La Coruña en 1803
¿QUIÉN FUE ISABEL ZENDAL?
Del libro “Isabel Zendal Gómez, en los archivos de Galicia” de Antonio López de Mariño se extraen numerosos datos sobre la vida de la enfermera. Hija de campesinos, Isabel Zendal nació en 1773 en la aldea de A Agrela en Galicia. La situación precaria de la época la obligó a trasladarse a la ciudad y a los 20 años empezó a trabajar en la Casa de Expósitos del Hospital de la Caridad, dónde, según explica Mariño, era la única encargada de los huérfanos, ya que en los libros de contabilidad solo aparecía el nombre de una ayudante.
Su sueldo de 50 reales era mísero comparado con los 150 que cobraba el cura del hospital o los 100 que ganaba la lavandera. Isabel tuvo un hijo, al que crió sola dentro del hospicio, pero que no le impidió seguir trabajando como rectora del centro y durante su vida laboral destacó por ser una experta en el cuidado de los niños huérfanos.
Del libro “Isabel Zendal Gómez, en los archivos de Galicia” se extraen datos sobre la vida de la enfermera
En el año 1803 el doctor Balmis la contrató para que le ayudara a llevar a cabo la tediosa tarea de propagar la vacuna contra la viruela por todo el mundo. La necesitaba porque sabía que tenía una gran experiencia en el cuidado de niños huérfanos y por ello le ofreció un sueldo, que según cuenta Mariño, era de 3.000 reales “similar al de un varón de su categoría”.
Isabel se embarcó en la expedición con un función primordial; hacerse cargo de los pequeños que trasportaban el virus de la viruela para que estuvieran bien cuidados y educados. O como bien decían las normas de la Real Expedición, para asegurarse de que fueran: "... bien tratados, mantenidos y educados, hasta que tengan ocupación o destino con que vivir, conforme a su clase y devueltos a los pueblos de su naturaleza, los que se hubiesen sacado con esa condición", Real Expedición.
EL VIAJE
En aquella época se sabía que algunas vacas eran portadoras del virus de la viruela y en principio se pensó en transportar a estos animales, pero Balmis pensó que sería mejor si se llevaba el virus inyectado en los brazos de varios niños huérfanos. El plan estaba bien organizado. Cuando salieran del puerto de La Coruña en la embarcación "María Pita", dos niños serían los portadores. Se esperaría a que los granos de la viruela que tenían, producto del contagio intencionado, supuraran y se les pasaría el virus a otra pareja de niños, así hasta que llegaran a América.
El primer destino, tras dos escalas en Tenerife y Puerto Rico, fue Venezuela, desde dónde la expedición se dividió en dos grupos. Allí comenzaron con la inoculación de brazo en brazo que no acarreaba ningún problema físico para la persona inoculada. Por un lado Balmis se encargó de la tarea de propagar el antídoto contra la viruela en Caracas, La Habana, Yucatán y Veracruz en México, desde donde partió hacia Filipinas y China.
En su viaje de regreso a España recaló también en Lisboa y en 1807 fue recibido en la corte española por el rey Carlos IV, quién apoyó el proyecto desde el principio. Al comienzo de ese viaje le acompañó Isabel, pero en la expedición de Acapulco a Manila separaron sus caminos, ya que la enfermera fue reclamada para quedarse allí a cuidar de los hijos de algunas familias estructuradas que habían sido vacunados.
La expedición desembarcó en Venezuela y de ahí se dividió en dos grupos |
¿QUÉ FUE DE ISABEL?
Al finalizar la expedición, algunos de los niños huérfanos fueron adoptados y otros terminaron en buenos colegios, pero poco más se sabe de estos pequeños héroes que se quedaron en América. Lo que sí se sabe con certeza es que Isabel se quedó a vivir en Puebla (México) con su hijo Benito Vélez, que también había sido uno de los niños de la expedición. Nunca regresó a España y la fecha de su muerte es todavía a día de hoy una incógnita.
En La Coruña, Isabel cuenta con un monumento y una calle que homenajean su figura, pero fuera de su tierra natal, sigue siendo una gran desconocida. Entre otras cosas porque aunque el propio Balmis reconoció su trabajo y esfuerzo, le puso varios y diferentes apellidos en los escritos en los que dejó patente su hazaña y su nombre ha llegado hasta nuestros días de una manera confusa. En el libro “Vidas cipotudas” de Jorge Bustos, se describe este hecho con las siguientes palabras:
"Que su nombre nos haya llegado de ¡treinta y cinco! formas diferentes ya revela que el mármol de la posteridad no estaba pensado para una mujer", Jorge BustosRECUPERANDO SU HISTORIA
Su figura fue tan importante en el desarrollo de la expedición que sin ella los niños no habrían recibido el apoyo y los cuidados necesarios para sobrevivir a tan duro viaje, incluso la llamaban la “madre de los galleguitos”. Además su imagen sirvió también para que muchas de las familias acomodadas de América confiaran en el proyecto y pusieran la vida de sus hijos en manos de los niños huérfanos.
La historia de Isabel ha llamado también la atención del mundo literario, que ha recuperado la importancia de la figura de la enfermera en la primera expedición sanitaria internacional. “A flor de piel” de Javier Moro, “Ángeles Custodios” de Almudena Arteaga, “Los niños de la viruela” de María Solar o la publicación antes nombrada de Antonio López Mariño, son solo algunos de los libros que recogen la vida de Isabel Zendal.
De la obra de Javier Moro se extraen además, varios datos que sirvieron a el artista Ramón Fernández para elaborar un retrato en lápiz de la enfermera y también hay que dar las gracias a el ilustrador El Primo Ramón, quien la dibujó para su libro “Nuevo Mundo; Isabel Zendal en la Expedición de la Vacuna” y así le hemos podido poner rostro.
La expedición continuó hasta el año 1814, porque el otro médico, José Salvany, prosiguió la ruta por Colombia hacia el sur de América y aunque murió en 1810, su grupo continuó cuatro años más propagando la vacuna contra la viruela. Además, en muchos territorios quedaron instaladas juntas de vacunación y se empezó a vacunar de manera preventiva contra el virus.
El ilustrador El Primo Ramón, dibujó a la enfermera para su libro “Nuevo Mundo; Isabel Zendal en la Expedición de la Vacuna”
El mundo del cine también ha querido rendir su pequeño homenaje a Isabel a través de la película “22 ángeles” dirigida por Miguel Bardem.Pero parece que su figura se seguirá investigando, difundiendo y promoviendo sobre todo gracias a la Asociación Isabel Zendal, que nació en el año 2016 con un claro objetivo; hacer que la historia de la enfermera que ayudó a erradicar la viruela no caiga nunca más en el olvido.
Fuente del texto: isabel-zendal-enfermera
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